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Catolico: Periódico oficial en Español de la Arquidiócesis de Chicago

Responsabilidad y transparencia

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

El mes de enero, como se anunció un mes antes en una conferencia de prensa dada por el abogado de un demandante, se dieron a conocer los documentos relacionados con la conducta sexual inadecuada de treinta sacerdotes de la Arquidiócesis dentro del marco de los acuerdos legales alcanzados en los últimos años. Todos estos incidentes fueron reportados a las autoridades civiles durante estos años y las demandas han sido resueltas por medios civiles. Casi todos estos sucesos ocurrieron hace décadas, cometidos por sacerdotes a quienes no conocimos ni hablamos, ni yo ni muchos clérigos más jóvenes, debido a que dichos sacerdotes habían muerto o habían sido separados del ministerio antes de que yo llegara a Chicago como arzobispo.

Sin embargo, la publicación de estos documentos pone las acciones de estos hombres y de la propia Arquidiócesis en el centro de la atención. Aún con todo lo doloroso que puede resultar revisar el pasado de manera pública, hacerlo forma parte de la responsabilidad y la transparencia con las que la Arquidiócesis está comprometida. Durante más de veinte años, la Arquidiócesis ha reportado todas las denuncias de abuso sexual tanto a las autoridades civiles como al Departamento de Servicios a Niños y Familias (DCFS, por sus siglas en inglés). Cuando las autoridades civiles lo requirieron se compartieron con ellas los registros sobre estos sacerdotes. La rendición de cuentas ante las autoridades civiles constitucionalmente responsables de la protección de los niños es parte de la vida eclesiástica aquí. Los nombres de los sacerdotes que se sabe que han abusado de un menor de edad se publican en el sitio web de la Arquidiócesis y en el futuro la Arquidiócesis ofrecerá más información. Sin embargo la publicación de los registros mismos de estos crímenes para que cualquiera pueda leerlos aumenta la transparencia a un nuevo nivel. Hacerlo será de gran ayuda para algunos, por lo cual rogamos, pero también será doloroso para muchos.

El Papa Francisco ha hablado en varias ocasiones en los últimos meses del “clericalismo” como un vicio. El clericalismo aparece cuando una persona o grupo decide que no es responsable de sus acciones. El clericalismo se hace patente en el clero cuando un sacerdote decide que no es responsable ante su obispo o ante los fieles de lo que enseña, o de cómo celebra la liturgia de la Iglesia, o de la manera en que pastorea al pueblo de la Iglesia o cuando un obispo, en turno, no es responsable ante sus concilios y su clero de su propio ministerio. El clericalismo es espiritualmente mortal cuando un sacerdote decide que no debe rendir cuentas, incluso ante Dios, y rompe su promesa de celibato casto, y los mandamientos del Señor mismo. La disciplina general del clero se debilitó en los años en que el abuso sexual fue más frecuente, durante las décadas de 1970 y 1980. Chicago siguió las tendencias nacionales ahora conocidas. A finales de los años ochenta, sin embargo, la Arquidiócesis comenzó a poner orden en su casa y comenzó, a veces vacilante, a seguir el camino de la rendición de cuentas y la transparencia.

Durante los años noventa, la política de la Arquidiócesis todavía permitió que algunos perpetradores de estos crímenes, con monitoreo, llevaran a cabo una forma restringida de ministerio que les impedía el contacto regular con menores. En 2002, la Conferencia Nacional de Obispos decidió que la tolerancia cero era el único medio seguro para asegurarse de que los niños no fueran molestados, y yo separé de todo ministerio público a los que se les había permitido cierto trabajo pastoral de acuerdo a las normas vigentes bajo mi predecesor. Otros han sido separados del ministerio conforme han surgido las acusaciones. Por lo que puede saberse de todos nuestros registros, no existe un solo sacerdote que haya sido encontrado culpable del abuso sexual de un niño, sin importar cuándo ocurrió el abuso, que esté ejerciendo el ministerio público en la Arquidiócesis de Chicago.

El episodio más reciente que ha creado desconfianza y ha lastimado a la comunidad de la Arquidiócesis es el de Daniel McCormack. Hasta el momento, la historia pública sobre este caso ha sido moldeada en gran medida por la versión dada por los abogados de los demandantes y por otros activistas, la cual distorsiona o ignora de manera deliberada aquellos puntos que podrían disminuir la carga de negligencia de la Arquidiócesis. En aras de la transparencia total, así como de la rendición de cuentas, quiero dejar constancia pública de los siguientes hechos:

1. Ni en Chicago ni en ningún cargo anterior como obispo o como superior religioso, he asignado al ministerio pastoral o transferido para el ministerio a un sacerdote de quien supiera que había abusado sexualmente de un niño.

2. Cuando llegué a Chicago como arzobispo, el Padre Daniel McCormack tenía fama de ser un sacerdote dedicado y un pastor efectivo. Él había sido ordenado por el Cardenal Bernardin, quien examinó su historial en el seminario. Él había recibido, antes de convertirme en arzobispo, un nombramiento como profesor del seminario, un cargo de confianza. Había sido elegido por sus pares para representarlos ante la junta de sacerdotes, una señal de confianza en su juicio de parte de aquellos que lo conocieron de cerca. Apenas unos meses antes de su primer arresto, fue recomendado por los que trabajaron con él en la reorganización de las parroquias en la zona oeste para fungir como deán de esa área. Era muy dedicado en su ministerio en las parroquias afroamericanas en los barrios pobres. Confiaban en él y lo admiraban.

3. La primera asociación de su nombre con el posible abuso sexual de un menor me la mencionaron en septiembre de 2005, cuando me informaron que la policía lo había detenido, cuestionado sobre la acusación y luego dejado en libertad sin cargos. Se le puso bajo monitoreo y se restringió su ministerio con niños mientras la Arquidiócesis comenzó a investigar si existía “causa razonable para sospechar” que había abusado sexualmente de un niño. La investigación se vio entorpecida debido a que las diversas oficinas involucradas no compartieron de manera consistente lo que sabían entre ellas o conmigo. Tampoco las autoridades civiles compartieron con la Arquidiócesis lo que llegó a saberse de sus investigaciones. Desde el momento en que fue detenido y puesto en libertad, hasta el momento en que fue detenido por segunda vez y, finalmente, se declaró culpable, ninguno de los involucrados en investigar la denuncia, ni siquiera la junta de revisión que lidió con sus justificadas preocupaciones, me dijo que pensaba que era culpable.

4. Después de la segunda detención de McCormack en enero de 2006, surgió una serie de incidentes que hubieran podido servir como señales de alerta en el camino, si la gente hubiera sido más cautelosa. Cada uno de estos incidentes, cuando los hechos son presentados de manera justa, fue examinado y respondido por las autoridades correspondientes. La respuesta, vista en retrospectiva, no siempre fue adecuada a todos los hechos en cuestión, pero un error no es un encubrimiento.

Esta no es una historia que se ajuste a la plantilla que se ha utilizado para denunciar el abuso sexual en la Iglesia católica, por lo que resulta difícil dejar las cosas claras. Y el registro de los hechos, aún cuando se haga de manera correcta, no es algo que sea fácil de hacer para ninguno de nosotros de acuerdo a lo que se espera que sea la Iglesia. Decir la verdad no crea una excusa para el fracaso. Pero hace una diferencia, a medida que avanzamos, saber en qué consiste la falta, saber que la verdad se ha dicho y que la Iglesia está comprometida con la rendición de cuentas y con la transparencia.

Por encima de todo, esta Arquidiócesis se compromete a intentar ayudar a que las víctimas del abuso sexual alcancen la libertad necesaria para vivir con dignidad. La Oficina Arquidiocesana para la Protección de Niños y Jóvenes es un ministerio que lleva esperanza y libertada a muchas víctimas. Es la responsable del extenso sistema de controles y de la formación en el tema de protección de la infancia que deben recibir todos los empleados y voluntarios de la Arquidiócesis. Su historia debe ser más conocida, repito, por el bien de la rendición de cuentas y la transparencia.

La compensación monetaria es parte de la tarea de ayudar a las víctimas y de intentar una reparación para ellos. El financiamiento de estos acuerdos legales en los casos de abuso sexual proviene de una fuente de ingresos totalmente diferente de las donaciones o inversiones regulares. A lo largo de los años la Arquidiócesis ha comprado una gran cantidad de bienes para su posible expansión institucional. La venta de algunas de estas propiedades no construidas es la fuente de los ingresos que se han utilizado para financiar los acuerdos en los casos de abuso sexual. No han sido, ni serán utilizados para los gastos del funcionamiento normal de la Arquidiócesis.

Por último, todas nuestras acciones son transparentes para el Señor, ante quien cada uno de nosotros es responsable. Él es un juez misericordioso, por lo que les pido que en sus oraciones encomienden a las víctimas, a los perpetradores de estos abusos y a la Arquidiócesis en este momento de nuestra historia. Una vez más, pido perdón a todos aquellos que han sido perjudicados por estos delitos y por este escándalo; a las propias víctimas, sin duda, pero también a todos los católicos ordinarios que se han sentido avergonzados por las acciones de algunos sacerdotes y obispos. Gracias y que Dios los bendiga.

Sinceramente suyo en Cristo:

Cardenal Francis George,O.M.I.

Arzobispo de Chicago

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