
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Quienes somos: relaciones y elecciones
En nuestros días, detrás de muchos de los conflictos de la vida pública e incluso de los de la Iglesia se encuentra una diferencia en la comprensión de quienes somos como seres humanos. Este es un tema más profundo que las líneas de batalla específicas sobre la moral sexual, la naturaleza del matrimonio, la historia del sacramento de las Órdenes Sagradas y el ejercicio del poder, tanto en el hogar como en la Iglesia.
Sin decirlo siempre de manera muy explícita, incluso a sí mismos, algunos individuos creen que somos realmente sólo el resultado de nuestras decisiones libres e individuales. Si las relaciones se nos atraviesan en el camino de lo que elegimos ser, entonces las consideramos opresivas. Las relaciones que se nos han dado antes de ser consientes de nosotros mismos, las relaciones con Dios, con la naturaleza, con la familia, con la Iglesia, deben ser sacrificadas para que podamos ser realmente quien elegimos ser.
Otros en nuestra cultura se dan cuenta de que estamos relacionados aún antes de comenzar a tomar decisiones y que las decisiones que destruyen las relaciones fundamentales nos dejan aislados y sin las conexiones que son parte de la vida humana. Estamos relacionados naturalmente con Dios como creador y de manera sobrenatural con él como Padre. Estamos relacionados naturalmente a nuestra madre y a nuestro padre, al igual que a nuestros hermanos y hermanas y a otros parientes de sangre. Nos relacionamos con la naturaleza misma como miembros de la raza humana, creados “hombre y mujer”. Estamos relacionados con la Iglesia en la que hemos renacido en el bautismo, permanentemente marcados hasta las raíces de nuestra propia existencia, con la señal de Cristo nuestro Salvador.
Dentro de esta red de relaciones que hemos recibido además de nuestra elección personal, las personas construyen su carácter a través de la toma de decisiones. Si las elecciones fortalecen las relaciones, las personas encuentran su camino reunidos en la Iglesia y en la sociedad. Si dichas elecciones rompen las relaciones, especialmente las relaciones con Dios, con la familia, con la naturaleza y con la Iglesia, las personas se encuentran aisladas o sólo con relaciones que son cada vez más frágiles, con amigos elegidos y socios de negocios. Al final, el gobierno interviene para que el orden público pueda mantenerse entre individuos no conectados, entre personas que sienten poca responsabilidad hacia los demás, debido a que deben permanecer fieles únicamente a sus propias decisiones.
Pasamos toda la vida creciendo dentro de relaciones fundamentales, especialmente nuestra relación con Dios, a quien los cristianos concebimos como un Dios en tres Personas divinas, un Ser de relaciones subsistentes. Las personas descubren en ocasiones que algunas relaciones son destructivas, especialmente las relaciones familiares que pueden esclavizar. La meta, entonces, es ser libre, reconocer y manejar las relaciones que se han vuelto opresivas, pero sin llegar a pensar que pueden ser ignoradas o disueltas. Se nos han dado como el contexto en el cual elaboramos nuestra libertad y nuestra salvación. Por lo general, son la mayor fuente de nuestra alegría.
Evidentemente, la comprensión de la Iglesia de lo que somos como seres humanos pone de relieve la importancia fundamental de las relaciones primordiales y la necesidad de guiar nuestras decisiones con el fin de respetarlas. En consecuencia, la Iglesia es vista por algunos como una fuente de opresión, del mismo modo que ven a la familia e incluso a la naturaleza y a Dios. En ocasiones las discusiones sobre temas concretos, en la Iglesia y en la sociedad, resultan imposibles de resolverse debido a que las suposiciones de las personas sobre quienes somos difieren profundamente. Es en este nivel profundo que la conversión tiene lugar. Las personas no cambian debido a una discusión, sino debido a que son amados, porque están en una relación que es más importante para ellos que la vida misma. Un examen de conciencia, por lo tanto, no debe limitarse a examinar nuestras acciones o nuestras actitudes. También debe incluir un inventario de nuestras relaciones.
Una relación que ha sido parte de mi vida desde que tenía veinte años de edad es la que tengo con mi Congregación religiosa, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. En la historia de la Orden, fundada en 1816, soy apenas el cuarto oblato de María Inmaculada que es ordenado cardenal de la Iglesia debido a que los oblatos generalmente sirven en lugares donde no hay cardenales. El Papa Francisco ha dicho en repetidas ocasiones que la Iglesia debe ir a las fronteras y ahora ha nombrado cardenal a un oblato que es Arzobispo de Cotabato, en el sur de Filipinas.
El Arzobispo Orlando Quevedo, OMI, es alguien a quien conozco y respeto desde que ambos éramos seminaristas. Ha ocupado importantes cargos entre los obispos de Asia y en los sínodos romanos. Es arzobispo de una ciudad en la “frontera”, un lugar a menudo afectado por los conflictos civiles y la violencia, que son parte de la vida en la gran isla de Mindanao, que ha sido, históricamente, territorio musulmán, parte de Filipinas sin embargo, y que ahora ha sido poblado por los descendientes de la isla de Luzón, en el norte. Él es inteligente, valiente, prudente y es un obispo que traerá magníficos dones y toda una vida de experiencia pastoral amorosa a los que desde ahora se relacionarán con él en el Colegio de Cardenales. El Papa no podría haber hecho una mejor elección, una elección obvia, una vez hecha, pero no una que muchos hubieran creído posible.
Por favor oren por el Santo Padre y por aquellos a quienes ha nombrado recientemente cardenales de la Iglesia romana, especialmente por Orlando Quevedo, OMI, Arzobispo de Cotabato, y mi hermano oblato de María Inmaculada. Dios los bendiga a todos.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago