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Catolico: Periódico oficial en Español de la Arquidiócesis de Chicago

Sacerdocio Ordenado dentro de la Iglesia: Reflexiones en un cincuentenario

(Leído el 11 de diciembre de 2013 a los sacerdotes reunidos en la Basílica Reina de Todos los Santos).

“Doy las gracias a todos ustedes por estar aquí: a los sacerdotes pertenecientes a la Arquidiócesis y a los que ministran en ella, así como a los seminaristas de Chicago que cursan teología en nuestro seminario en Mundelein. Hemos venido a orar todos juntos y a tomarnos un momento para relajarnos en compañía mutua. Agradezco al Concilio Presbiteriano por patrocinar y organizar esta velada para celebrar el sacerdocio. Ciertamente, cuando pienso en este aniversario pienso en primer lugar en el sacerdocio mismo y solo entonces en mis años como sacerdote.

Durante la ceremonia de ordenación, en la oración consagratoria al Espíritu Santo, me conmueve introducir a los candidatos a la orden sacerdotal; imponer mis manos, uno a uno, es apasionante. Pero aún más conmovedor es dar un paso atrás y ver la larga fila de sacerdotes acercarse para imponer sus manos en las cabezas de aquellos que están siendo ordenados como sacerdotes para seguir su mismo camino.

Durante el año que serví como Arzobispo de Portland, ordené solamente a una generación de cinco sacerdotes, pero me mantengo al tanto de algunos de ellos, del mismo modo que intento mantenerme al tanto de aquellos que ordené para la Diócesis de Yakima de quienes, el primero que ordené, lleva mi nombre: Francisco. Un amigo periodista de Portland alguna vez escribió un relato conmovedor sobre el momento en que el presbiterio impone las manos durante la ceremonia de ordenación. Escribió: “Lo ves por un instante, El Sacerdocio, en toda su gloria confusa, meros hombres, de todas las formas y tamaños, cortes de pelo, gordos y flacos, altos y bajos, blancos, morenos y rosados, calvos y peludos, alineados a lo largo de la fila, los mayores acercándose con verdadera ternura y reverencia para cubrir los rostros de los jóvenes, orando desde el fondo de sus corazones por estos hombres, para que no quebranten sus votos, o pierdan la fe, o sean poseídos por la avaricia y la ambición, sino más bien para estar al servicio de los fieles con cada partícula de su ser y llevar el mensaje revolucionario de Cristo a todos los rincones del mundo, para finalmente ser llevados de vuelta a casa a la luz del Señor, que estará complacido con su siervo y lo recompensará con un sitio en la primera fila de los elegidos”.

Ese momento de la ordenación, hace cincuenta años, ha definido mi vida de formas totalmente inesperadas, del mismo modo que lo ha hecho para cada uno de ustedes. Con nuestros votos de castidad y obediencia ministerial, ponemos nuestras vidas en manos de Dios, manos que nos guían para responder a las personas que servimos; manos que nos dirigen a través del obispo, que es nuestro pastor. Una vida así estará llena de sucesos que nunca imaginamos o planeamos, pero que Dios sí. La historia es lo que Dios recuerda, y nuestras vidas ahora encajan en su divina providencia en formas que nunca anticipamos o podemos comprender por completo. Y esa es la fuente de nuestra alegría: no es nuestro proyecto.

He optado por decirle a las personas: tengan confianza en la bondad de Dios, y me lo digo a mí mismo y a todos ustedes esta noche. Tengan confianza en la bondad de Dios. Debido a su gracia, por medio del ministerio sacerdotal, hay muchas personas santas en los condados de Cook y Lake. Todos los días me encuentro con ellas, particularmente, en las parroquias que ustedes atienden dirigiéndolas, pastoreándolas. El Evangelio se proclama, los sacramentos de las Iglesias Apostólicas se celebran, las personas se reúnen en comunidades donde pueden experimentar el amor de Dios y estar a salvo en su abrazo. Funciona. Tengan confianza en la bondad de Dios.

Lo que el Papa Francisco dice con renovada insistencia, creo yo, es adoptar esa buena labor y ponerla de una manera cada vez más personal al servicio del Evangelio en el mundo. Eso hacemos aquí, ¿no es así? Miren nuevamente las obras de caridad, la profunda preocupación por los pobres en sus múltiples aspectos, la dedicación para proclamar las verdades que traen la salvación. Si este aniversario puede ser un momento de renovado acuerdo, para llevar la alegría del Evangelio a todos aquellos que se han alejado de ocasionar que se queden sin hogar: esto es, un gasto médico importante, la pérdida inesperada del empleo, la pérdida del servicio de cuidado infantil; cosas que nos pueden suceder a cualquiera de nosotros. La mayoría de las familias de clase media pueden recuperarse, pero para los trabajadores de clase baja, o para las familias que sufren violencia doméstica, abuso de substancias, o de enfermedades crónicas o graves, no existe un mecanismo de protección.

Por más de 95 años, Caridades Católicas ha tenido como misión ser ese mecanismo de protección para las personas y las familias que no tienen a quien a recurrir, caminando junto con ellos, y devolviéndoles la confianza en sí mismos y la plenitud de la dignidad humana que han recibido de Dios.

Los cientos de personas que son atendidas cada año por los programas de Caridades Católicas contra la perdida de la vivienda y por la autosuficiencia no solamente reciben una cama caliente y un lugar al que pueden llamar hogar, sino que también participan en programas intensivos que atacan la raíz del problema de quedarse sin hogar, como son el tratamiento del abuso de drogas y la orientación psicosocial para enfrentarlo, la capacitación para ser mejores padres y obtener destrezas para la vida, elaboración de presupuestos, metas de ahorro y planeación financiera, así como educación, capacitación laboral e inserción laboral en empleos con salario dignos. Los miembros de nuestro personal, el cual está altamente capacitado, es profesional y maravillosamente compasivo, ayudan a las personas a enfrentar y resolver sus dificultades cotidianas, de manera que puedan comenzar a reconstruir sus vidas, encontrar un empleo remunerado y planear un mejor futuro para ellos y sus familias.

El 26 de enero Caridades Católicas será anfitrión del 13th Annual d’Vine Affair: A Tasting of Fine Wines, un evento donde se degustarán vinos de calidad, el cual apoya de manera muy específica nuestros programas que ayudan a las personas a pasar de la pobreza a la autosuficiencia. En el evento, celebraremos los muchos logros de las familias que luchan con este problema, algunas de las cuales fueron en algún momento familias sin hogar, y que ahora ayudan a recaudar fondos para que muchas personas más puedan ser atendidas.

En palabras de Renee, un recién graduado de nuestro Programa de Autosuficiencia Familiar (Family Self Sufficiency Program) en el condado de Lake, “A veces todo lo que una persona necesita es una oportunidad, algo de orientación respecto a cómo mejorar la vida y algo de estímulo. ¡Olvídense de darme limosna, mejor denme una mano! ¡Hace años me creían perdido… pero mírenme ahora! ¡Estoy muy orgulloso de mi!”

No hay don más grande que ser la mano que ayudó a Renee y a las demás familias en su travesía desde la pobreza a la autosuficiencia. Caridades Católicas es privilegiada de proveer el apoyo compasivo y los servicios profesionales que ayudan a nuestros hermanos y hermanas a “recorrer el camino y soportar la carga”. Por favor oren por nuestros prójimos sin hogar durante estos fríos meses de invierno y consideren unirse a la misión de aridades Católicas para asistir a aquellos que están más necesitados.

Sinceramente suyo en Cristo:

Cardenal Francis George,O.M.I.

Arzobispo de Chicago

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