
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Recibiendo con beneplácito al Príncipe de la Paz
“Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz...”. El Evangelio según San Lucas pone estas letras en el cántico de los ángeles al momento del nacimiento de Jesús y las repetimos en el Gloria en Navidad y en la mayoría de las misas dominicales. El profeta Isaías dijo que el Mesías traería un Reino de Paz, y los cristianos creen que la paz es una señal de la presencia de Cristo.
Antes de morir, Jesús prometió a sus discípulos el don de la paz: “La paz les dejo, mi paz les doy”. Recordemos estas palabras mientras hacemos la paz con nuestro prójimo antes de recibir el cuerpo de Cristo resucitado en la Sagrada Comunión. Las primeras palabras de Jesús después de resucitar de entre los muertos fueron: “La paz esté con ustedes”.
La paz de Cristo se basa en el perdón y esa podría ser la razón fundamental por la que el mundo aún no conoce la paz. Los países establecen la “paz” a través de la conquista de los enemigos externos o los enemigos dentro del propio país, o a través de demandas judiciales que dejan ganadores y perdedores. Nos lamentamos de la violencia en los barrios y de la violencia doméstica, y con razón. Debajo de la violencia externa, sin embargo, se encuentra una agitación interna. Las leyes no pueden crear una persona pacífica de alguien que no ha experimentado, sobre todo en su familia, el amor que enseña una disciplina interna. Sin paz del alma, no puede haber una paz real en las calles, en nuestras casas o entre las naciones.
La sociedad habla de las víctimas y de sus opresores y se instala en el conflicto a través de la venganza. La Iglesia habla de los mártires y de sus perseguidores y se instala en el conflicto a través del perdón. Es absurdo imaginar que la “justicia” se puede satisfacer a costa del amor. Es la diferencia entre desquitarse y hacer lo correcto. A causa de la encarnación del Verbo eterno de Dios y de su sufrimiento y resurrección para nuestra salvación, el don de la paz de Cristo está siempre disponible, pero con demasiada frecuencia no somos capaces de aceptarlo. La violencia aplicada a Jesús mismo es la fuente de la paz del mundo, aún cuando se necesita fe para reconocer esa verdad.
La Iglesia celebra la Navidad 2012 durante el Año de la fe. El Papa Benedicto habló recientemente a los teólogos en Roma, recordando a ellos y a nosotros que “sin abrirnos a lo trascendente, lo cual nos permite encontrar las respuestas a nuestras preguntas sobre el sentido de la vida y sobre la manera de vivir de una manera moral, el hombre se vuelve incapaz de actuar con justicia o de comprometerse con la paz. La verdad universal no es una fuente de violencia; nos rescata del cinismo que amenaza nuestra vida juntos. Vivir en la verdad y en el amor fortalece nuestra vida interior, especialmente nuestra relación con el Señor mismo, presente ahora en la vida sacramental de la Iglesia, en la Palabra de Dios y su explicación catequética. Estas responden a las aspiraciones más profundas del corazón humano, incluyendo el deseo de una paz que el mundo no puede dar.
Incluso en una sociedad que se seculariza con bastante rapidez, la celebración de la Navidad recuerda a las personas de un Dios que es amor. ¿Cómo pueden, aquellos que quieren dar la bienvenida a Jesús como portador del perdón de Dios y creador de nuestra paz, usar estos días para hacer la paz? Debemos esforzarnos por reconciliarnos con nuestros enemigos, incluso a través de pequeños gestos. Hay que ver si podríamos ser capaces de convertir a nuestros enemigos en amigos. Podemos sugerir el perdón en momentos en que otros han endurecido sus corazones.
Podemos orar por la paz del mundo. Las Escrituras parece indicar que habrá guerras hasta que Cristo venga de nuevo en gloria para juzgar a vivos y muertos, pero podemos rezar para que no seamos parte de estas guerras y trabajar lo mejor que podamos para mitigar su destructividad. Podemos ayudar a recibir a los refugiados, sobre todo ahora que hay refugiados que huyen de Irak y Siria. Podemos contribuir a organizaciones como Catholic Relief Services, que llevan ayuda humanitaria a las sociedades desgarradas por la guerra en todo el mundo.
La Navidad saca lo mejor de muchas personas alrededor del mundo. Que la celebración de la Navidad de este año fortalezca nuestra fe y renueve nuestro propósito de ser instrumentos de la paz en el próximo año. Siempre me siento agradecido al saber de sus oraciones por mí. Esta Navidad todos en la Arquidiócesis estarán en mis oraciones mientras escucho el Gloria en la Misa: “¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”! ¡A través de la obra de la gracia de Dios, que seamos contados entre esas personas y que su número se incremente! ¡Que tengan una bendita Navidad!
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago