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Catolico: Periódico oficial en Español de la Arquidiócesis de Chicago

Hojas de balance espiritual: pérdidas y ganancias

Conforme la Iglesia se va adentrando en las semanas del Tiempo de Adviento, la figura de la Santísima Virgen María se eleva al primer plano, en primer lugar, gracias a la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, nueve meses antes de su cumpleaños en el calendario litúrgico el 8 de septiembre y, seguida muy de cerca, por la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre. En ambas fiestas, el pasaje del Evangelio proclamado en la misa se toma del primer capítulo del Evangelio según San Lucas. Escuchamos al ángel llamar a María “llena de gracia”. Alguien que está lleno de gracia está vacío de sí mismo. María es única porque ha sido preservada, a través de la gracia de Dios, de toda mancha del pecado que nos llena de nosotros mismos. Lo que ganó al vaciarse de sí misma fue la gracia de estar llena del Espíritu Santo y convertirse en la Madre de Dios. Hace dos mil años, dio a luz a Jesús, Hijo unigénito de Dios, y en el momento en que se hizo la proclamación del Evangelio de Cristo a un mundo nuevo, hace quinientos años, dio a luz a un pueblo entero. Los pueblos indígenas de este continente, los originarios pre-americanos, se convirtieron en sus hijos. Algo nuevo nació.

María estaba aquí, en lo que hoy llamamos Estados Unidos antes que los colonizadores de Inglaterra llegaran en 1620. Nos hemos olvidado de que el primer europeo aquí, el Padre Jacques Marquette, llamó al Mississippi el “Río de la Inmaculada Concepción”. El Arzobispo Gómez, de Los Ángeles recientemente nos recordó que, “hemos perdido el sentido de la historia nacional de Estados Unidos”. La parte que recordamos sobre la colonización de Nueva Inglaterra y de otras colonias inglesas en la costa este, sobre la historia de grandes hombres como Washington, Jefferson, Madison y sobre los documentos fundacionales de nuestra unión nacional actual es verdadera y con frecuencia inspiradora, pero representa sólo la mitad de la historia. Lo que se ha perdido es la memoria de lo que inició en la década de 1520 en Florida y en la de 1540 en California. Es menos una historia de colonización y más una de exploración y evangelización. Es la misma historia que nos pertenece en Illinois y en el Medio Oeste, una historia de los misioneros que no llegaron a hacerse de la tierra, sino a presentar a los naturales a su Salvador. Antes que hubiera casas en esta tierra, hubo altares. Hemos disminuido la verdadera identidad de los Estados Unidos. Las personas que vivían aquí fueron llamados cristianos antes de ser llamados estadounidenses.

En la Iglesia, también podemos olvidar incluso la parte más esencial de nuestra historia. La Iglesia existe por la misión que ha recibido de su Señor resucitado para convertir al mundo. Todo lo demás toma importancia a partir de este hecho de nuestra historia. Al final del año, solemos llenar una especie de hoja de balance de nuestro tiempo: ¿qué se ha ganado y qué se ha perdido? En algunos casos, debido a la muerte o a alejamientos de distintos tipos, perdemos a miembros de nuestra familia o a amigos que amábamos profundamente. En otros casos se pierde un matrimonio, una posición o una reputación. Las personas de fe creen que incluso la mayor pérdida puede volverse una ganancia si se relaciona con el plan que Dios tiene para nuestra felicidad eterna y para la salvación del mundo. Es inspirador para mí ver una y otra vez cómo la fe ancla la vida de las personas en medio de una gran pérdida o de una tragedia. Muchos se vacían constantemente, a través de la disciplina de la oración y la generosidad, para que Dios pueda llenar sus vidas.

La Arquidiócesis también verifica periódicamente lo que está haciendo la Iglesia local para asegurarse de que no sólo estemos dirigiendo una organización, sino que estemos creciendo, en lo que Cristo quiere que sea su Iglesia. Hace quince años, después de muchas consultas, el Cardenal Bernardin dejó tres prioridades para dirigir la misión de la Arquidiócesis de Chicago: la evangelización, la formación popular en la fe católica y la renovación de seminarios y programas para formar a sacerdotes y líderes y ministros laicos. Esas tres prioridades han orientado la mayor parte de las iniciativas de la última década y media. Cualquiera que siga el curso de nuestra planificación y el uso de nuestros recursos sabrá lo que se ha hecho en estas áreas. En tiempos más recientes, la misión de la Arquidiócesis se ha organizado en prioridades reflejadas en un plan estratégico que cada año pone su atención en un grupo en particular que merece especial atención. Este es el año dedicado a los jóvenes y el próximo año será el año de la misa dominical, un año que coincidirá con el año de la fe de la Iglesia Universal, recientemente decretado por el papa Benedicto XVI. Es posible que al centrarnos en un área de nuestras vidas, con el objetivo de fortalecer la misión, inevitablemente se pueda poner menor atención a otras áreas. Sin embargo, si la planificación ha estado bien hecha, el resultado final será una ganancia para la Arquidiócesis y para la misión de la Iglesia.

A medida que se examina la misión, también deben ser sopesados los recursos que se necesitan para los ministerios e instituciones que apoyan dicha misión. Estos son tiempos económicos difíciles y la Arquidiócesis se encuentra subvencionando escuelas, e incluso parroquias, en un monto que es casi tres veces lo que se había presupuestado con regularidad en los últimos años. Por un lado, el conteo de octubre de los asistentes a la misa del domingo se ha mantenido estable este año, a pesar de la pérdida de población de Chicago; por el otro el número de estudiantes en nuestras escuelas se ha visto incrementado ligeramente en muchas áreas. Sin embargo, muchas parroquias están utilizando sus ahorros de tal manera que será imposible sostener. El Centro Pastoral ha desarrollado, tras una gran cantidad de consultas, un programa de transformación de la parroquia que ya ha sido puesto a prueba en cuarenta parroquias y que finalmente se utilizará en todas las parroquias con el fin de concentrarse de forma más rigurosa y de presupuestar de manera más realista, a la luz del sentido que cada parroquia tiene de su misión. Hacer una hoja de balance que combine el propósito o la misión con las actividades o los gastos no es una tarea fácil y me siento orgulloso y agradecido a las parroquias que han iniciado este proceso. Para las escuelas que están más endeudadas se pondrá en marcha un proceso similar.

La información completa sobre la Arquidiócesis, sus actividades y sus finanzas se encuentra en la página web de la Arquidiócesis www.archchicago. org; les invito cordialmente a revisarla. Cuanta más conozca la gente los hechos y los datos, habrá menos posibilidades de que haya historias incompletas o incluso falsas, circulando por ahí. El próximo año también se cumple el quincuagésimo aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II en octubre de 1962. Aún circulan un montón de ideas falsas o inadecuadas sobre el propósito y las decisiones del Consejo, de manera que este será un buen año para examinar la hoja de balance de la Iglesia en las últimas décadas.

El trabajo de elaborar una hoja de balance puede ser ardua. La hoja de balance final es la que presentamos al Señor. El 17 de diciembre de 2011, trece miembros de mi congregación religiosa, los Oblatos de María Inmaculada, fueron beatificados en Madrid. Eran seminaristas con algunos de sus profesores. El 27 de noviembre de 1936, fueron sacados de su seminario por las fuerzas del gobierno anticlerical español y fueron encarcelados. El 28 de noviembre, fueron alineados contra el muro de la prisión y fusilados. Unos años antes uno de estos sacerdotes, Gregorio Escobar, O.M.I., escribió a sus padres mientras se encontraba preparando para su ordenación: “Siempre me han conmovido profundamente las historias de martirio. Cuando las leo, me siento dominado por un deseo secreto de sufrir el mismo destino. Ese sería el mayor sacerdocio, al que todos los cristianos podríamos aspirar: dar nuestro cuerpo y sangre como un holocausto por la fe. ¡Qué honor, morir como un mártir!”. La oblación del Padre Escobar culminó en el martirio. Muchos santos, entre ellos los misioneros que aquí predicaron por primera vez el Evangelio, han tenido el mismo deseo: vaciarse, incluso de su propia vida para que la misión de Cristo en la tierra pueda ser lograda. Con su muerte, algo nuevo nació siempre.

Oremos por la gracia de estar libres de nosotros mismos y llenos de la gracia de Dios, para que el Señor pueda utilizarnos para crear algo verdaderamente nuevo. Oremos por una buena conciencia, que es la auténtica voz de la verdad, para que seamos fieles testigos (mártires) de la revelación de Dios. Oremos también por el consuelo de saber que la providencia de Dios envuelve nuestros años y nuestras actividades. Que Dios los bendiga esta Navidad y el Año Nuevo.

Sinceramente suyo en Cristo:

Cardenal Francis George,O.M.I.

Arzobispo de Chicago

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