
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
¿En interés de quién?
Recientemente estuve en Washington, DC, con casi cuarenta mil jóvenes de todo el país. Aproximadamente quinientos eran de la Arquidiócesis de Chicago. Estábamos allí para conmemorar el 38 aniversario de la decisión del Tribunal Supremo que eliminó la protección del derecho civil de esos miembros de la raza humana que se encuentran aún en el vientre de su madre. Desde la legalización del aborto a quien lo solicite, más de cincuenta millones de niños no nacidos han muerto en este país. Cada mes de enero, los jóvenes marchan en la capital del país para mostrar su respeto por la vida humana en todas las etapas de su desarrollo, desde la concepción hasta la muerte natural. Se marcha porque creen que la vida es un don de Dios y debe ser protegido en las leyes de una sociedad civilizada. Siempre es bueno estar con ellos.
Washington ve muchas marchas y manifestaciones, aunque pocas de este tamaño o regularidad. La mayoría de los demás que vienen a visitar a los funcionarios del gobierno hablan por sus propios intereses o para algún grupo especial que busca ayuda del gobierno. Los jóvenes en la Marcha por la Vida demuestran y hablan en nombre de personas que nunca conocerán, personas que nunca han pedido nada, personas sin ningún tipo de defensa o sin poder para protegerse. Los manifestantes por la vida son diferentes de cualquier otro grupo que viene a Washington. No son un grupo de interés especial y esa es probablemente la razón porqué tan pocos se toman el tiempo para informar lo que hacen y porqué muchos son incapaces de entenderlos, a ellos o a su finalidad. Sin embargo, a pesar de los escasos informes de los medios y el silencio oficial que a menudo enfrentan sus esfuerzos, es a causa de su testimonio que una mayoría de estadounidenses ahora se hacen llamar pro-vida.
No sólo los niños no nacidos son asesinados por el aborto legal; también lo es la creencia del sistema legal estadounidense de ser una influencia civilizadora de nuestra sociedad. Un sistema de leyes se considera bueno en la medida en que protege a aquellos que no pueden protegerse. Cuando toda una clase de personas inocentes se convierten en delincuentes sólo porque no los quieren, ya no puede confiarse en el país para proteger a nadie de un final violento. Las vidas de las personas están protegidas sólo en la medida en que tienen el poder físico o político para protegerse. El país ha perdido a un buen sistema legal y decente, debido a las decisiones de la Corte Suprema y al apoyo que muestran al aborto muchos legisladores. Ellos son responsables ante el electorado y ante Dios no sólo por las muertes de niños que están por nacer, sino de la destrucción de lo que es su responsabilidad particular: un sistema jurídico que marca a una sociedad civilizada. Los jóvenes lo saben y han vivido toda su vida en una sociedad que ha endurecido su conciencia frente a la matanza de los inocentes.
La Iglesia no sólo predica el respeto a la vida de los que están por nacer, sino que hace más que cualquier otra institución no gubernamental para acompañar a las madres durante el embarazo, para ayudar a las madres y los padres para cuidar a sus hijos, para combatir la pobreza en nuestra sociedad, para instruir a los ignorantes y sanar a los enfermos. Los hombres y mujeres jóvenes en la Marcha por la Vida son también parte de estos esfuerzos. Las personas que tienen un interés monetario e ideológico en mantener el status quo jurídico sobre el aborto lo saben, aun cuando a menudo lo niegan. Uno de las manifestantes me preguntó cómo responder a aquellos que tratan a los protestantes contra el aborto con desprecio. Le dije que debería decirles que Dios los ama. Esa es la lección más importante que cualquiera de nosotros aprende y que hace toda la diferencia en este mundo y el siguiente.
Las lecturas bíblicas del domingo pasado citan al profeta Isaías: "Un pueblo que caminaba en la noche vio una gran luz". Cristo es la luz del mundo. Él murió para que todos podamos vivir. Cada vida tiene un valor infinito porque es creada por Dios y salvada por Jesucristo. Las personas iluminadas basan sus propias vidas y acciones en esta luz. Algunos que se consideran a sí mismos como iluminados e incluso "progresistas" son ciegos a esta verdad básica. Viven en la oscuridad. Es por ellos que los jóvenes oraron y marcharon la semana pasada. Ellos vinieron a Washington para marchar por la vida y lo hicieron porque están iluminados. Sus padres, pastores y maestros deben estar profundamente orgullosos de ellos.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago