
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Todo está en la familia…
La temporada de Navidad reúne a las familias en comidas y celebraciones. La liturgia de la temporada nos lleva al interior de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. La Arquidiócesis trae a los católicos que se han alejado de la práctica regular de su fe una invitación a volver a casa, a volver a conectarse con la familia de la fe. Nuestra vida comienza en la familia.
Nuestra formación como seres humanos comienza en la familia, en la que aprendemos a vivir de manera amorosa con los demás. Nuestro crecimiento en la fe comienza en la familia, el primer lugar donde aprendemos a orar, a hablar con el Dios que nos creó, que nos redime y nos hace santos. Nadie puede ser concebido y nacido por sí solo y aquellos que, a medida que continúan en la vida, se alejan de los demás, viven vidas menos que humanas.
Una familia empieza con el matrimonio de un hombre y una mujer que prometen ser fieles el uno al otro hasta la muerte por el bien de la familia, sobre todo por el bien de los niños que pueden haber nacido de su unión amorosa. Así es como la raza humana entiende el matrimonio y la familia. Este sentido de la familia no comenzó con el cristianismo, el matrimonio es una institución natural universal. Los chinos, cuya historia es anterior al judaísmo o al cristianismo, entienden el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer que establece una familia. Los esquimales darían la misma respuesta a la pregunta sobre el matrimonio y la familia. Sólo en los últimos años en algunos países antiguamente cristianos y en el nuestro también, algunas personas han decidido que el Estado puede, a través de un ejercicio de voluntad política absoluta, cambiar el sentido universal y público del matrimonio y la familia.
El movimiento político para cambiar el significado del matrimonio y la familia viene de un sentido trastocado de lo que significa ser humano. Para aquellos que se ven a sí mismos únicamente como individuos con derechos y no como personas con relaciones, no hay razón para no redefinir el matrimonio o cualquier otra cosa para que corresponda a lo que uno quiera que sea, usando el poder del Estado para obligar a otros a cumplir. Los diferentes movimientos de liberación homosexual se basan en este sentido trastocado de lo que significa ser humano, a fin de redefinir las relaciones sexuales y empujar a las uniones homosexuales para tener el estatus de un matrimonio genuino. La fuerza del movimiento proviene del deseo de todos, incluyendo a los hombres y las mujeres con orientación homosexual, para encontrar un amor que dará vida.
Puesto que la concepción del matrimonio es una cuestión de principios, reducirla a una cuestión de política o a una cuestión de “derechos” es destructivo del orden social mismo. Los medios de comunicación, que se sienten como en casa con los políticos y se sienten inquietos con los principios, a menudo cubren la historia de manera inadecuada.
La reacción a este movimiento para redefinir el matrimonio surge, más bien, de gente común envueltos ellos mismos en referéndums y también de aquellos que tratan de contribuir a la discusión pública acerca de la base de la sociedad misma en el bien común de todos.
En las últimas semanas, tanto la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) como un grupo más informal de católicos, ortodoxos y cristianos evangélicos han publicado importantes declaraciones sobre el matrimonio y la familia. La Carta Pastoral de los Obispos se llama Matrimonio: amor y vida en el plan divino. Habla del matrimonio como una bendición y un don de Dios, como es toda la naturaleza. Comienza por señalar algunas de las fuerzas que debilitan al matrimonio hoy en día e incluye una amplia reflexión teológica sobre el matrimonio y una reflexión pastoral sobre las formas en que los cónyuges pueden ayudarse mutuamente a crecer en santidad. Es minuciosa y clara; y se puede leer en línea en www.usccb.org/laity/LoveandLife o puede solicitarla a la USCCB en www.usccbpublishing.org. La carta influirá la labor de la Oficina de Ministerios de la Familia de la Arquidiócesis y, espero, será útil en todas las parroquias y leída en cada hogar.
El segundo documento publicado recientemente se titula Declaración de Manhattan: un llamado de conciencia cristiana. Va más allá de enseñar claramente la verdad sobre el matrimonio y la familia y hace un llamado al testimonio profético contra el genocidio, la destrucción de los inocentes. tanto en la guerra como en el aborto, la negligencia y el abuso de niños, la explotación de trabajadores vulnerables, el tráfico sexual de niñas y una serie de otras cuestiones relacionadas con la santidad de la vida humana y su transmisión en el matrimonio y la familia. Mantener el amor y la vida unidos preserva el bien común de todos en cualquier sociedad.
La importancia de la Declaración de Manhattan se acrecienta por la forma en que aborda la amenaza a la libertad religiosa y a la libertad de conciencia que entraña la posibilidad de que el estado se atreva a redefinir el matrimonio. Haciendo uso de la memoria y el ejemplo del reverendo Dr. Martin Luther King, Jr., la Declaración dice: "Porque honramos la justicia y el bien común, no vamos a cumplir con cualquier decreto que pretende obligar a nuestras instituciones a participar en abortos, investigación destructiva con embriones, suicidio asistido y eutanasia, o cualquier otro acto contra la vida, ni nos sometemos a ninguna norma que pretenda forzarnos a bendecir a las asociaciones sexuales inmorales, tratarlas como matrimonios o su equivalente, o abstenernos de proclamar la verdad, tal como la conocemos, sobre la moralidad y la inmoralidad, sobre el matrimonio y la familia”.
Cuando el grupo que redactó la Declaración se estaba formando, se me pidió participar. No pude hacerlo, no sólo por limitaciones de tiempo, sino también porque, como Presidente de la Conferencia de los Estados Unidos de Obispos Católicos, no puedo firmar declaraciones o dar opiniones que podrían aparentar que hago partícipe a la Conferencia Episcopal misma. Sin embargo, los obispos que encabezan importantes comités de la USCCB, pueden firmar y así lo han hecho. Tengo la intención de hacerlo en un año, cuando mi mandato como Presidente concluya. Mientras tanto, me gustaría animar a todos a leer la Declaración, que está disponible en www.manhattandeclaration. org. Los que están de acuerdo con su llamado pueden señalar su aprobación firmándola por vía electrónica.
Formar una familia nunca será un asunto puramente privado. Las familias son pequeñas sociedades que crean la sociedad en general en la que todos participamos, estemos o no casados. Cada uno de nosotros tiene un gran interés en proteger el matrimonio y en fortalecer la vida familiar. Conforme nos acercamos a la celebración del nacimiento de Jesús recordemos que esta es la voluntad de Dios para nosotros. Se requiere fe para reconocer que es nacido de la Virgen María. Se necesita amor para ofrecer nuestras vidas a él. Se necesita coraje para seguirlo toda la vida en su familia, la Iglesia. Que Dios los bendiga.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago