
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Navidad: el don de la vida y la dignidad de la persona
“Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros… lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). En el misterio de la encarnación, todas las dimensiones de nuestra naturaleza humana, incluyendo nuestra naturaleza corporal, se unen ahora a la Palabra eterna de Dios en Jesús de Nazaret, Hijo de Dios e Hijo de María, salvador del mundo.
La Iglesia católica representa un enigma para muchos porque considera al cuerpo humano como un don de Dios, no como un objeto para ser manipulado por los deseos o propósitos individuales de un hombre o una mujer. En 1987, la Iglesia publicó un documento llamado El don de la vida, debido a que habían surgido nuevas preguntas morales a partir de la capacidad de la tecnología moderna para manipular los cuerpos. En 2008, la Iglesia publicó un documento que acompaña al anterior bajo el título, La dignidad de la persona (Dignitas Personae), debido a que los nuevos avances tecnológicos han producido más preguntas sobre la relación que existe entre la tecnología y la transmisión de la vida humana.
Estos son documentos de Navidad, cuya raíz se encuentra en la creencia que profesamos de que la Palabra se hizo carne. La dignidad de la persona, fue publicado el 12 de diciembre de 2008, la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, dos días después del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Al aparecerse a San Juan Diego en la conquistada Ciudad de México en 1531, la Bienaventurada Virgen María reclamó para sí a los pueblos de las Américas, mucho antes que hubiera Estados Unidos de América. Ella es nuestra madre, quien de forma suprema protege nuestra vida en Cristo, su Hijo divino. Debido a que fuimos creados por Dios, tenemos derechos. Nuestra vida no debe ser manipulada por nadie, incluyendo nosotros mismos. Los derechos humanos son parte inherente de la naturaleza humana, asumidos ahora por la segunda persona de la Santísima Trinidad. Un país y un mundo civilizado respetan esos derechos y de forma suprema el derecho a la vida y a la libertad religiosa. Los derechos civiles, los derechos políticos, deben proteger los derechos humanos, no destruirlos.
Este último documento de la Santa Sede respecto a la vida y la tecnología comienza con dos principios que surgen de nuestra naturaleza humana: cada ser humano tiene una dignidad que exige respeto; y la Iglesia alienta a los seres humanos a desarrollar técnicas científicas que respeten a los seres humanos y a no manipularlos. Estos principios son el marco de referencia para evaluar de manera moral las técnicas que afectan la reproducción humana. ¿Cuáles son algunas de las conclusiones a las que se llega en este documento?
Lo que es humano y esta vivo no puede matarse, sin importar su estado de desarrollo. Los embriones humanos son seres humanos muy jóvenes, no “material biológico” que puede utilizarse en experimentos de laboratorio. Es inmoral clonar un ser humano o crear “bebés de diseñador” o alterar la identidad genética de una persona (ingeniería genética de línea germinal) o crear híbridos de seres humanos y componentes genéticos animales. Está mal evitar la implantación de un embrión en el útero después de haber sido concebido, concebir un niño fuera del lazo marital de esposo y esposa (IVF) y crear un gran número de embriones que serán congelados y, finalmente, destruidos.
Por otra parte, es bueno estudiar y trabajar para curar enfermedades y fortalecer los lazos del matrimonio y la familia. La investigación de células madre o troncales que no destruyen embriones debe alentarse con propósitos terapéuticos; los tratamientos de fertilidad que superan o corrigen patologías y tienen éxito en restablecer el funcionamiento normal de la procreación humana son buenos en sí mismos; la terapia del gene terapéutico, siempre y cuando se entiendan claramente los riesgos, es lícita y puede ser benéfica. La bioética basada en principios fundados en la naturaleza humana confronta las visiones éticas que están basadas sólo en los resultados. Somos personas pragmáticas y para muchos el fin justifica los medios. La Iglesia enseña la verdad respecto a quiénes somos; lo hace porque cree que tenemos un destino eterno como personas humanas, no porque quiera hacernos la vida difícil. La Iglesia desea que cada ser humano sea fiel a la naturaleza humana. Si lo hacemos tendremos una oportunidad no sólo para salvarnos en la eternidad sino para vivir en paz ahora.
El mundo, o gran parte de él, da la bienvenida a su salvador en Navidad. También debería dar la bienvenida a la verdad acerca de quiénes somos en relación a nosotros mismos y a Cristo. No debemos ser manipulados biológicamente, ni debemos ser manipulados política, económica ni legalmente. Muchas de nuestras dificultades políticas y económicas presentes surgen por olvidar ese principio. Por nuestra parte, estamos para ofrecer ayuda a quienes comparten nuestra dignidad humana. Los pobres, especialmente este año y en esta temporada, tienen un reclamo especial para nosotros, igual que lo tiene nuestra familia y aquellos a quienes Dios nos ha dado para querer y apoyar en esta vida.
“Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Este año, cuando nos reunamos alrededor de la cuna navideña, agradezcamos a Dios por habernos hecho de manera tan maravillosa y por habernos dado un salvador para liberarnos de la trampa de nuestra pecaminosidad. Una celebración de la Navidad construida sobre estas convicciones será feliz y bendita para todos.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago