
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Cuaresma: Un peregrinaje de oración y penitencia
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Escribo esta carta desde Jerusalén. Los presidentes o representantes de las Conferencias Episcopales de los Estados Unidos, Canadá y Europa han venido a hacer una visita pastoral a los católicos que viven en el Estado de Israel y en los territorios gobernados por las Autoridades Palestinas.
Los creyentes del Dios de Abraham, Isaac y Jacob han orado por la paz en Jerusalén durante miles de años. Orar en cualquier lugar es embarcarse en un peregrinar por un camino puesto por Dios para cada uno de nosotros. Orar en la Tierra Santa, especialmente orar los Salmos, trae consigo una sensación de estar caminando muy cerca de Jesús mismo en el peregrinaje terrenal que lo llevó de Belén a Egipto, a Nazareth y Capernaum, a través de Galilea y Samaria, hasta Jerusalén, donde sufrió, murió y fue enterrado y resucitó de los muertos. Estos son lugares donde los jueces, los profetas y los reyes y muchos miles del Pueblo Elegido caminaron con Dios durante siglos. Estos son lugares donde Pedro y los otros apóstoles, llenos del Espíritu Santo, se embarcaron en una misión, en un peregrinaje que ahora nos reúne en la fe a Jerusalén y Chicago, Berwyn y Antioch, y a todos los pueblos de los condados de Cook y Lake y todos alrededor del mundo, donde los creyentes reconocen a Jesús como su Señor y están visiblemente reunidos en la comunión católica. El catolicismo es una sociedad global, y orar en la Tierra Santa es experimentar nuevamente esta unidad en todos lados y a través de los tiempos. Semejante acto de orar convierte a cada uno de nosotros a los caminos del Señor.
Cada año durante la temporada santa de la Cuaresma, la Iglesia renueva su peregrinaje de fe y cada creyente entra de nuevamente en su peregrinaje personal de gracia. En medio de la pecaminosidad personal y social y albergando en sus corazones los misterios de la fe, los creyentes repiten en cada época: “Los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que es inconmovible, estable para siempre” (Salmo 125). La oración, el ayuno del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo y otros días, las limosnas y acciones caritativas crean un santuario interno en nuestro peregrinaje de vida con Cristo.
En la Tierra Santa, he orado por los sacerdotes, los diáconos, los seminaristas (algunos de ellos estudiando este semestre en Jerusalén), mujeres y hombres religiosos y laicos fieles de nuestra Arquidiócesis. Si hacemos lo que el profeta Miqueas (6:8) dice que el Señor nos pide, hacer justicia y amar el bien y caminar modestamente con Dios, entonces “el Señor hará grandes cosas para nosotros y deberemos regocijarnos” (Salmo 126). Que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Padre de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo les bendigan y traigan gozo a sus corazones durante esta temporada de Cuaresma.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago