
La columna del Cardenal
Cardenal Francis George, O.M.I.
Vivir en la Esperanza de la Salvación
Ahora que entramos a la temporada de Navidad, al tiempo en que la liturgia dirige nuestra atención a la venida del Salvador del mundo, el Papa Benedicto XVI publica una carta sobre la esperanza. Por supuesto que experimentamos esperanza por muchas cosas, pero en esencia ponemos nuestra esperanza en Dios, dice el Papa, porque tenemos fe en Él. Lo que esperamos de Dios es que nos dé el don de la vida eterna.
Las personas cristianas normalmente no serían escépticas sobre este punto; sin embargo, el Santo Padre es conciente de que muchos católicos y otros cristianos viven en culturas secularizadas y experimentan en sus almas una lucha provocada por las preguntas que les impone la cultura. Reconoció que muchas personas desean extender su vida aquí en lugar de tener la esperanza de una vida eterna con Dios, la cual puede parecer poco atractiva e inimaginablemente tediosa a los corazones que no han sido tocados por el amor a Dios. El Papa señala también que algunos consideran individualista a la esperanza cristiana, porque permite a las personas escapar de la preocupación compartida por el mundo presente. En contraste con la esperanza cristiana, la esperanza moderna tiene fe en el progreso humano, lo cual significa utilizar la razón para alcanzar la libertad perfecta para uno mismo y los demás. El Papa Benedicto nos recuerda, sin embargo, que son los sueños utópicos falsos de nuestra era los que han causado sufrimientos indecibles a los seres humanos.
Como Salvador del mundo, Jesús no tuvo la intención de hacer que sus seguidores abandonaran el mundo sino que lo transformaran y lo condujeran junto con ellos a una unión eterna con él. La Navidad trae la promesa de paz a la tierra y no sólo de paz en el cielo. La condición para la paz es la unión con Cristo, quien nos trae una unión amorosa con todos a quienes ama.
¿Cómo aprendemos a vivir “en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí?” (Gal. 2:20). El Papa sugiere tres maneras para aprender a tener esperanza. Primero que nada, la oración es la escuela de la esperanza. Cuando todo parece desesperanzador y uno ya no puede hablarle a nadie, uno siempre puede hablarle a Dios. En la oración amplia y seria, nuestra capacidad para recibir a Dios se ve expandida y purificada.
En segundo lugar, necesitamos esperanza para poder actuar, para trabajar en este mundo. Sólo la certeza que viene de la esperanza nos permite continuar actuando frente a fracasos repetidos. La esperanza nos da valor para perseverar, especialmente para enfrentar el sufrimiento. El sufrimiento nos lleva a la desesperación, a menos que nos conduzca a una mayor madurez que nos permita unirnos a otros que sufren en una travesía que anteponga la bondad, la verdad y la justicia al bienestar y la seguridad individual.
En tercer lugar, el Papa explica que el juicio nos enseña cómo tener esperanza. Cuando el juicio sólo provoca la protesta, ya sea contra Dios o contra un gobierno o corporación, o contra la Iglesia u otra persona, el mundo permanece estancado en su propio sentido de justicia. La esperanza muere. El juicio de Dios, sin embargo, tanto expone nuestros compromisos con el mal, como fortalece nuestra apertura ante el amor. Exponernos diariamente al juicio de Dios incrementa nuestras sentido de la esperanza.
Estos tres caminos que nos llevan a una esperanza más profunda en nuestras vidas pueden moldear nuestra vida juntos durante esta Temporada de Navidad. La encíclica papal está llena de hermosas reflexiones y está basada en la lectura que hace el Santo Padre de las Sagradas Escrituras y la historia humana, pero en esencia el Papa nos pide leer nuestras vidas a la luz de la fe que tenemos en las promesas de Dios.
La Navidad debe llenar nuestros corazones con esperanza: Esperanza por el nacimiento de nuestro Salvador, esperanza porque este Salvador nos trae vida eterna, esperanza porque amar al Señor nos une al mundo que él creo y a las personas que redimió. Se necesita un poco de práctica para renovar esta virtud y esta visión, pero orar ayudará durante esta Temporada de Navidad, al igual que lo hará el compartir el sufrimiento de otros, especialmente el de los niños.
Al final de su carta encíclica, el Papa Benedicto llama a María la “Estrella de la Esperanza”. Él nos recuerda que su deseo por hacer la voluntad de Dios en sí misma y en el mundo hizo posible el nacimiento de Jesús. De la misma manera que las almas humildes y grandes de Israel, la vida de María estaba llena de sufrimiento, sin embargo, su esperanza nunca flaqueó. Ahora, ella nos dirige de manera directa a Jesús, su Hijo.
Si ustedes no han orado el Angelus por un tiempo, permítanme sugerirles que decirlo a mediodía, diariamente hará de esta Temporada de Navidad una escuela de la esperanza. Y como siempre digo, tendré a todos ustedes en mi corazón. Que Dios los bendiga.
Sinceramente suyo en Cristo:
Cardenal Francis George,O.M.I.
Arzobispo de Chicago